Desde siempre tenía el espíritu de una traductora sin darme cuenta, pero nunca es tarde si la dicha es buena, una casualidad me hizo notarlo recordando que en el liceo, aprovechaba las recreaciones para apuntar las palabras básicas de los idiomas.
Una libreta y un bolígrafo en la mano, preguntando ¿cómo se dice esto? a las alumnas que estudiaban Alemán o Inglés como segundo idioma y una vez, una de ellas, me llamó « gut nacht » (buenas noches en alemán) a fin de aprender una palabra tan difícil.
Luego, mi pasión por los idiomas comenzaba a converger hacia el japonés e italiano; aprendiendo, de este modo, sus palabras básicas sin profesor.
Así que no dejé de dedicar el grueso de mi tiempo a mi pasión, y aunque pese a que soy consciente de que esto no va a llevarme a ninguna parte, sigo tratando de mejorar mi nivel, siendo buena en cualquier idioma me da satisfacción.
Quizás hubiera podido ser una traductora si las circunstancias habrían sido diferentes. Por eso aconsejo a los muchachos que están aun en los colegios que hagan lo que les apasiona hacer y no lo que la gente quiere que hagan, trazando un camino directo a sus metas.