Bastó un día en que no estabas en casa para darme cuenta que me equivoqué pensando que era adicta al café.
La verdad es que lo soy pero de los aromas que sueles añadir al café, que son distintos de los conocidos. Por tanto, el café de hoy no me atrae porque no huele a ti, ni tampoco conlleva los ritos diarios que me estimulan a despertarme de buen humor, sobre todo, anhelando escuchar tu voz angelical parecida a una música muy suave o un ruiseñor susurrando en mis oídos.
Querría decirte que no eres solo el sabor de mi comida o la flor que embellece mi vista sino eres el sentido de todo en mi vida. Que digan lo que quieran de ti, nunca llegarían a elogiar lo que eres de veras ni lograrían describir el amor y el cariño que llevas dentro del corazón.
¡¡Precioso!! 🙂
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