El marketing (màrquitin) tiende a vender los productos, implementando una astuta política astuta inclusive el célebre lema famosa « el cliente es el rey », dicho y hecho; todas las empresas y tiendas lo han adoptado, pues cuanto más satisfacen a un cliente más crecen sus ventas, y más se repiten las visitas del cliente.
Para cumplir con este objetivo, se recurre a dependientes cuyas mañas particulares como el poder de persuasión, pero sobre todo responder a las expectativas del cliente, es decir, resaltar al producto vendido, de manera que el cliente esté convencido, hasta el punto que se cree a menudo que está por comprar algo único. ¿Quién de nosotros no ha sido influido por un diestro dependiente/ta, comprando cosas caras e inútiles a la vez?
Ahora bien, lo negativo en todo es cuando una dependiente se abalanza contra un cliente quien no sabe nada del márquetin ni siquiera de los buenos modales o se aparenta, bueno, se deja pensar que la empleada habría caído bajo sus encantos. Así que se agarra a tantos pretextos como el objeto comprado no funcione, o averiado…
Tal conducta podría convertirse en acoso obvio, y por el miedo de perder su trabajo, la dependiente guarda el silencio, intentando arreglárselas sola.
Aún así, el cliente tiene siempre razón, ¡cómo no! Él es quien hace crecer los ingresos de cualquier empresa, tienda o lo que sea. En otras palabras, una empleada podría ser sustituida, claro que sí, pero el problema persiste.
A modo de conclusión, el cliente que falta respeto a los empleados, contradice cuando no desmiente la formula » el cliente es el rey ».
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